#PaisajeEmocionaldelPatiodeRecreo

En palabras de una alumna de quinto de primaria, al hablar del patio de recreo, comenta a su profesora, Henar @Artesana63 , "está el patio que veis y "el otro" patio...

Esta película nos ha hecho pensar en la oportunidad de encontrar "ese otro patio",  el que no vemos o el que "vimos" hace muchos años, cuando crecimos en él.



  • Comenzamos con Conchita López en este enlace   y podemos leer un adelanto en este fragmento

...Salíamos, todos a la vez, a lo que era el patio de la casa. Quizá fuera más grande que los patios al uso de la época, pero desde luego era insuficiente para albergar a todos los estudiantes.

Yo era de los pequeños, además siempre he sido (y sigo siendo) muy bajita para mi edad, así que me sentía como Gulliver en el país de Brobdingnag. 

No recuerdo haberlo pasado especialmente mal, solo recuerdo:

que el suelo era de cemento, 

que no había ni un solo árbol, 

que ningún juego estaba pintado en el piso, 

que el aseo estaba muy sucio, 

que todo el mundo era muy alto,

que el ruido era ensordecedor,

que yo me quería ir a mi casa,

que era más seguro sentarse en un rincón y no moverse de allí,

que a pesar de todo sobreviví,

que incluso llegó a gustarme la escuela,

que incluso me dediqué profesionalmente a ella, 

y que había un “culpable” de esto último: uno de mis maestros...


En mi escuela no había patio. En el recreo, salíamos a la plaza del pueblo o a donde quisiéramos, y no porque fuera un pueblo pequeño, no. Vivía en Hernani (Gipuzkoa), y estoy hablando de los años 70. Mucha gente sabe qué es Hernani años 70, nada más lejos de ser un lugar tranquilo y seguro: barricadas, persecuciones, tanquetas... Un pueblo urbano e industrial, con conflictos sociales y políticos muy duros. Y ahí estábamos nosotras, tranquilamente jugando en la Plaza de los Tilos, en el frontón, había quien se acercaba a casa a por el almuerzo...


...Un día más para ir al colegio, llevo ya años soportando a estos neandertales con la compañía de mi mejor amigo. Cuando hablamos, siempre nos reímos de ellos, pero, en la vida real, los tenemos que soportar en el colegio. No me pegan, no es algo físico, es saber que haga lo que haga se van a reír de mí. Que las niñas no me van a mirar por ser muy delgadico y moreno. Parece ser que esto es un estigma en mi colegio, ser diferente no es lo correcto. 

¡Y mira que lo intento! Me he apuntado a fútbol ya que en lo recreos nadie quiere jugar conmigo, pero hasta el entrenador se ríe de mí. Soy malísimo... 

  • Toni Solano nos dibuja su paisaje emocional  y ...

Aquí, el texto completo  

Volver a mi patio

@tonisolano 

Hay un dolor enorme en la pérdida de los seres queridos. Hay un dolor muy grande en la nostalgia de las amistades y amores perdidos. Y hay un dolor minúsculo pero persistente, un dolor tejido de decepción y melancolía, el dolor de pasar junto a lo que fue el patio de tu colegio y tomar conciencia de que no es ya otro tiempo u otro lugar, sino que es más bien otro mundo, otro universo, que has aterrizado en una cápsula y sientes de golpe la impresión que debió sentir Charlton Heston en la escena final del planeta de los simios.

Quizá si has ido viendo la evolución poco a poco no sepas a qué me refiero, pero si han pasado unos años y vuelves a aquel patio que fue el tuyo durante la infancia, sabrás que esa sensación está ahí: ¿cómo puede ser esto mi patio? ¿dónde están aquellos árboles, aquel bosque? ¿qué ha pasado con las pistas para correr? ¿y todos los escondites, las fuentes, los estanques, los recovecos, las escalas…?

Es posible que muchas de esas cosas hayan desaparecido sepultadas por el hormigón y las pistas deportivas que hoy lo colonizan casi todo, pero hay otras explicaciones. Lo que tú recuerdas como un bosque quizá no eran más que dos o tres árboles en un rincón, con raíces y tierra para jugar debajo de ellos. Las pistas para correr que parecían inconmensurables solo lo eran para los ojos de aquellos niños diminutos que consideraban los cien metros como media maratón. Lo mismo ocurre con los escondites y recovecos, que son simples esquinas y chaflanes para la mirada adulta. Los estanques son charcos bajo la fuente y las escalas apenas un tramo de escalones para salvar el mínimo desnivel.

El colegio recordado era casi un palacio, un edificio majestuoso con una parcela interminable a su alrededor. Al volver allí de adulto, encuentras apenas un edificio reformado mil veces sin más pretensiones que sobrevivir al acoso del urbanismo fagocitador; la escala humana del adulto es tan inhumana a veces… 

Y al mirar por la valla (¡cómo puede ser tan baja la valla si la recordabas infranqueable!), te ves corriendo por ese patio ahora minúsculo y no entiendes cómo pudieron urdirse en tan nimio lugar tantas historias de persecuciones policiales, de aventuras piratas, de exploraciones africanas… No entiendes cómo junto a la fuente, en el rincón de los árboles (solo ha quedado uno vivo tras la inundación de cemento), podían existir arenas movedizas que se tragaban a tus amigos si no los conseguías salvar a tiempo. No entiendes cómo darle la vuelta al colegio por los pasajes y recovecos se planeaba como una gesta de dimensiones épicas, como el viaje de Ulises a Troya. Tal vez ese dolor minúsculo pero persistente sea simplemente eso, la punzante nostalgia de una Ítaca perdida para siempre.


  • Curiosamente, al día siguiente de la aportación de Toni, sin haber leído su texto, una alumna de Innovación educativa de 2º de Pedagogía de la Universidad de La Laguna. de la clase de Carlos González, escribe este texto


La esquina de los "guays"

AINOA RAMOS PÉREZ 

@Ainoaramosp
Era un patio grande y situado en un buen barrio, no era un barrio rico con familias influyentes pero siempre fue bastante unido. Era un patio grande, y que albergaba alrededor de seiscientos y pico niños de distintos cursos, que se mezclaban y convivían.

Contaba con una cancha de baloncesto y otra de fútbol, aunque usualmente se utilizaban únicamente en actividades extraescolares. Recuerdo que había una esquina famosa, conocida por ser “la esquina de los guays”, gente de sexto curso, cada año ciertas personas abandonaban la esquina y otras nuevas la ocupaban, pero siempre gente de sexto curso. Mis amigos y yo soñábamos con poder alcanzar la supuesta fama que traía consigo ser parte de aquella esquina, fama que cuando conseguimos no nos pareció la gran cosa. Pero mientras tanto, nos conformábamos con corretear por el patio todo el día, jugábamos al pilla pilla y al escondite e incluso algunas veces al tejo o a las canicas, pues las figuras de estos dos últimos juegos se encontraban dibujadas en el suelo. En ese entonces, cambiar canicas era una de las mejores sensaciones que existían, pues era enorme la ilusión con la que llegabas a casa y le enseñabas a tus padres que tenías una nueva. 

Si hacemos una panorámica del patio nos encontraríamos varios grupos, un grupo bailaba, otros grupos hablaban, unos grupos hacían pulseras y otros como el mío, solo aprovechábamos para jugar y movernos todo lo que podíamos antes de tener que sentarnos de nuevo en una silla. 

Era un patio grande, pero sobre todo era un patio abierto a todo público donde los niños y niñas de cualquier edad podían relacionarse, sin embargo, hace unos años lo visité de nuevo y la tristeza me invadió porque ya nada era igual, habían aislado a los niños de infantil en una zona y al resto en otra, los grupos de gente realizando actividades ya casi no existían, la mayoría se dedicaban a estar sentados en las gradas o en el suelo simplemente hablando, y supongo yo, que la tristeza me atrapó porque sentí que se había perdido la magia del patio, y que pena que la sociedad avance en tantos aspectos, pero justo en cuestiones sociales demos pasos atrás. 



...En mi patio del recreo ocurrían muchas cosas, tanto buenas como malas. Teníamos dos patios, pero solamente podíamos usar uno porque el otro estaba destinado a los "mayores", los cuáles se ponían a fumar en la trasera del patio de hockey ( entre ellos mi hermano). Tenía mucha suerte pues si alguien se metía conmigo o mis amigos podíamos avisarlo a él y sus amigos ( en ese momento eran los rockeros del colegio). Y si, digo meterse conmigo porque era habitual en el patio del colegio tener peleas o riñas con otros niños del colegio, pues desde esa edad, ya existían "grupitos" dentro del mismo colegio...

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